MONÓLOGO V
“Qué buena está la madre de mi amigo José. Qué buena está…”¡Sí señor, viva el Canto del Loco, viva el adulterio…! Eso sí, como alguien se acerque a mi madre lo descuartizo.
Bueno, ¡qué incoherente, no! A veces me viene la canción cuando me está apretando la madre de Joan con uno de sus abrazos… Pero no podría ser tan cabronazo de hacerle eso a Joan. Y más como está él ahora, internado por la mierda esa que le metieron en Pachá. Es que ni pensar en algo semejante. Y eso que aparte de buena pava, su madre está buena, buena… ¿Cómo le podría hacer yo eso a Joan? Cómo un amigo me podría hacer semejante barbaridad, a mi familia. Lo mato.
Sí, es sólo una canción. Pero, ¡coño!, se te pega, se te pega y al final, como está el mundo, uno no sabe. Mi padre siempre fruncía el ceño cuando me oía escuchar esas canciones. ¿Qué me iba a decir? Ni le haría caso. Pero si lo piensas bien es una barbaridad lo que dice. Bueno, yo creo que lo importante es distinguir la realidad de la ficción. Esto es como las películas. Mientras no creas las tonterías que ves, ¡disfruta! Pero de todas formas algo se te queda ¿No? Nada, nada que hay que cuidarse.
Como lo del otro día en la fiesta de Marta. Fue bastante desagradable. El morreo que se dio con Elena… Sí, estaban bebidas, y las muy idiotas diciendo que “como en la película American Pie, como en la película…” Y luego vinieron las dos conmigo para ver si me acostaba con las dos ¡a la vez! ¡Guarras! ¡Ni que fuera Jorge!
Me ponen a parir los que se ponen en plan peli. Y mientras tanto la pobre de Mónica, en la misma fiesta, destrozada por culpa de Jorge. ¡Menudo disgusto, la pobre! La verdad que ahí sí he rezado para que las pruebas dieran negativo. Encima alguien me pasó hace poco por mail esa foto famosa, la del feto. La manita, que salía del vientre de la madre, agarraba el dedo del cirujano. ¡Impresionante! Me quedé helado. No sé por qué me imaginé, de repente, esa manita que, ya sin fuerza, empezaba a resbalar por el dedo del cirujano y que caía hacia el interior del vientre, para nunca más volver a salir… O peor, esa manita arrancada del brazo por unas pinzas ¡Qué horror! Esa noche me la pasé en la cama diciendo en mi imaginación a Mónica: ¡No lo hagas, no lo hagas!
A la mañana siguiente fui rápido con ella. Quise abrazarla, darle cariño, ese cariño que “de repente” desapareció de la boca de Jorge ¡Cabrón! Me daba miedo pensar que en esas circunstancias se podía quedar sola. Miedo que si se enteraban sus padres la rechazarían, le obligarían a lo peor… Yo, la verdad, recé con todas mis fuerzas. Si Dios existía no podía permitir eso ¿Qué mierda de Dios permite que se fastidie la vida de una chica o que no salga viva la manita de un niño de seis, cinco, cuatro meses…?
¡Qué mierda de Dios…! ¿Puedo decirle eso a Dios? ¿Tiene Dios culpa de que Jorge sea un cabronazo y que Mónica se haya dejado engañar? ¿No queremos libertad? ¿No queremos hacer lo que nos da la gana? ¿Por qué luego echamos la culpa a otros cuando las cosas no salen como queremos? La verdad, no sé.
Es como esos niños que se están muriendo de hambre y que se beben su orina (¡si tuviera tetas para que mamaran...!). “La culpa de Dios” ¿La culpa de Dios? La culpa de esos hijos de… que no paran de acaparar y acaparar, que venden armas y más armas, en países donde debían estar repartiendo patatas, azadas y tractores. Pero ¿por qué Dios lo permite? ¿No puede con esos?, ¿o qué?
A mí las ganas de ser rico no se me quitan. Pero sólo de pensar que me puedo convertir en uno de esos desgraciados... Eso sí, no voy a ser tan idiota como los peace and love, que quieren solucionar el hambre del mundo con manifestaciones y yéndose de okupas. ¡Cada vez que pienso en Sandra…! ¡Ya le subiré yo la moral con un par de besitos…! Pero primero que regrese y deje a esos lamebasuras.
Y Marta y Elena que se sigan morreando a ver en qué acaban. No creo que acaben en Madonna y Britney Spears. La verdad que con tanta basura que te meten en la tele y en Internet, no me extraña que se acaben acostando las dos.
A veces no sé qué pensar con esto de las lesbis y los gays. Está claro que es la moda. Siemprete viene la curiosidad y a veces las hormonas colaboran. El otro día, en el vestuario del cole, estaba hablando con el guaperas de Carlos. Las chicas dicen que es muy sexi (casi como yo, ¡eso dicen!). Estábamos varios en la ducha. Te das cuenta que hay gente, a veces, que mira de reojo. Tal vez simple curiosidad… Tal vez sólo quieren ver si la tienes más grande que ellos… Pero hoy en día nunca se sabe. ¡Qué peligro eso de la curiosidad! Es como el porro. Si te gusta, estás frito. Mejor aguantarse, ¿no?
Como el gilipollas que detuvieron el otro día por quemar miles de hectáreas no sé en dónde de España. Creo que el tío empezó con la curiosidad de quemar un árbol en su casa. Era libre de hacerlo, ¿no? Natural, era su casa. ¡Y acabas destrozando la naturaleza! ¡Natural! Qué porquería de contradicción. Bueno, a ver si con esta moda de vaqueros gays o de martas y elenas morreándose no se acaba el género…
¡Pero es que te excitan por todas partes! Lo que está claro es que una cosa es la tele, la telebasura, y otra, muy distinta, tu vida. Vale que a veces no controles tu imaginación, pero te das cuenta que tienes que cortar, que si das un paso más la cagas, como la pobre de Mónica; o como el pobre de Joan…
Pienso mucho en la sonrisa última de mi padre. ¡Qué gozada! Como que a mí también me gustaría palmarla así. Puedes irte a la tumba sonriendo porque has cumplido con los tuyos, con dignidad. ¡Cuántas veces me decía lo de “nunca perder tu dignidad”! Yo me imagino que a mi padre también le costaría eso de la fidelidad. ¡No era precisamente una perita en dulce!
Me acuerdo un día, yo tendría unos siete años, que le echó un piropazo a una joven que pasaba por la calle. Creo que se debió dar cuenta de mi cara de asombro. Me acuerdo perfectamente lo que me dijo: “Es una broma, tranquilo. Tengo muy claro mi amor por mamá y por vosotros”. ¡Eso! Tener claras las cosas, y luego las bromas que quieras. El problema de mucha gente es que no tienen nada claro. ¡Y qué caras les salen sus bromitas! No me imagino a mi padre dándonos mal ejemplo. Antes se metería un hierro por la boca.
Lo de su sonrisa última, definitivamente, no fue por el último chiste de suegras… Se fue en paz.
En esto la que sí me impresiona (siempre lo digo) es Silvia. Tiene las ideas clarísimas y eso que su padre vive con una, ¡veinte años más joven que él! Lo de no dejarse amargar por el ejemplo de su padre se lo ha tomado en serio. Sin duda es la pava que tiene las ideas más claras, al menos del grupo de la clase. Tengo que actuar más rápido…
El otro día que estuve en su casa, haciendo las tareas de dibujo técnico. Estuvo sensacional la conversación. De dibujo técnico poca cosa, pero valió la pena. Salió lo de Mónica y Jorge. Y yo que le digo lo que hablamos los tíos a cerca Jorge. Resulta que todos, ya hace tiempo, nos dimos cuenta (¡cosas del vestuario!) que la tiene muy pequeña. ¡De verdad! Se rió un montón. Es lo de siempre. Gallo que más corta tiene la cresta, más cacarea. Está claro que es complejo de inferioridad. Una inseguridad que tienen que tapar a base de lengüetazos y de sacarla a la primera de cambio.
Lo que te da rabia es cuando la víctima es una amiga tuya. Me contaba Silvia lo mal que se siente Mónica. Y que le duele un montón que otros chicos, que ya se han enterado, la tengan por una chica fácil, ¡vamos!, por una guarra. La comparaban con Marta y con Elena. ¡Qué desastre! Esas sí…
Silvia me contaba todo esto con una pena que me encandiló. Ésta si tiene fondo. Y no me refiero precisamente al culito súper guay que tiene. La verdad que ganas no me faltaban de meter mano, pero con todo lo que estábamos hablando se me quitaron… Bueno, las ganas no se me quitaron, pero sabía que en momentos así, ante personas así, había que contenerse. ¡Dignidad!
Fue fascinante que me comentara que ella era todavía virgen. Y no lo dijo con el tono de quien está deseándola perder cuanto antes. Era una conversación fuera de lo normal. Yo le dije que también era virgen. Era la primera vez que yo lo decía con tanta seguridad, casi con orgullo, al menos a una chica. Y es que a veces te da como vergüenza. Más cuando tienes fama de sexi… Muchas veces, los que ya han caído, te hacen sentirte bicho raro. Pero la verdad, cuando ves casos como el de Mónica, no te hace ilusión perder la virginidad, al menos así como así, como quien se come un churro.
O como el caso de Jaime. Estaba hecho polvo cuando me contó que la perdió con una tía que casi ni conocía. Y que fue horrible, porque no se puso bien el condón; por lo visto, más que un acto sexual, fue una actuación de malabaristas de circo.
Silvia me comentaba que ella no tenía ninguna prisa, que antes tenía que haber mucho cariño por medio, y hasta amor. Con chicas así ya sabes que no vas a perder la virginidad… ¡Habrá que esperar a Sandra…! Pero ¿Qué digo?, Silvia le da mil vueltas, con sexo o sin sexo. Además, a saber cuántos okupas han manoseado a Sandra. Lo siento por la pijita barata. Por mucho dinero que tenga, nadie le quita que sea mercancía de segunda mano… Un besito, ¡y basta!
Yo no me imagino a mi madre como Sandra. Además recuerdo comentar a papá que para ser fiel en el matrimonio, hay que serlo antes. Me imagino que se refería a ser fiel a la novia. ¿Pero a qué novia? Bueno, querría decir que no te puedes ir acostando con la primera que te guste (¡Uf! Sería un caos…). Lo que tengo claro es que todos los que conozco que se han acostado “porque se amaban mucho” nunca han durado mucho… Y es el cuento de nunca acabar: a volver a buscar una que no sea de segunda mano. O que si lo es, que tenga la lección bien aprendida.
La verdad es que la conversación con Silvia me tranquilizó un montón. Todavía encuentras chicas interesantes… ¡y buenísimas! Es genial cómo ha superado lo de su padre; le da mil vueltas al don Juan conquistador de mozuelas (¡pederasta!).
Creo que su madre le ha apoyado mucho a salir del bache. Ya me he dado cuenta que la vigila bastante. A cada rato entraba en la habitación preguntando si queríamos algo. ¡Ya, ya! Se ve que me vio cara de cabrón y no se fió ni un pelo. Pero me parece bien. Se veía que a Silvia no le importa. Y se nota que se llevan muy bien y que lo comentan todo. Desde que se fue su padre han hecho piña y entre las dos están ayudando mucho a Laia, la pequeña. Lo malo son las veces que tienen que estar con él. La ley es la ley. Les molesta un montón, pero no deja de ser su padre…
Estuve un poco distraído, así que el tema de los dibujitos salió de pena. Silvia es de las que te miran fijamente. No se corta un pelo. Y te habla clara y directamente. Pero tampoco va de chulita. Y podría presumir mucho más su cuerpazo… Ese culito y esos pechos bien puestos, esas medidas de miedo, esa melena negra cayendo por su espalda, esos pómulos un poco marcados y esa nariz recta y elegante. Y qué me dices de esos labios carnosos, pero sin exagerar (como los de las que se operan). Y de esos ojos oscuros intensos, brillantes, interesantes, con unas pestañas de película… Y como que Silvia no necesita ir de: “aquí estoy”. Eso sí, viste con ganas. Tiene muy buen gusto. Pija pero sin pasarse. Se parece mucho a su madre. No entiendo cómo el tonto de su padre las dejó. “¡Qué buena estaaá la madre de mi amiga Silvia…! ¡Y Silvia, claro!” ¡Basta!. Veinte flexiones y a dormir. Y espero soñar con los angelitos, o mejor con las angelitas, y que una se llame Silvia…